Frases literarias | El jardín de las sonrisas eternas de Diana G. Romero

¡Buenas! Hoy os traigo una entrada muy diferente a las que suelo hacer. En el pasado ya hice algunas, pero al final deje de hacerlas y consiste en poner algunas frases de un libro en concreto, las cuales me hayan gustado mucho. Si veo que gusta seguiré haciéndolo, sino seguiré igualmente poniendo algunas frases en las reseñas mismas.

Del libro que os voy a poner hoy frases es de El jardín de las sonrisas eternas de Diana G. Romero. Hace poco subí la reseña de este libro, y al terminarla me dí cuenta de que tenía demasiadas frases bonitas como para poner en la reseña misma, por lo que pensé en hacer esta entrada solo de eso. Así que ¡empezamos!

- Bueno, a veces sucede.

- ¿Qué sucede?

- Que uno está enamorado sin saberlo.

Nunca es tiempo perdido lo que se aprende en los libros.

Ambos rieron, aunque sus risas eran nerviosas. Solo trataban de fingir que no tenían miedo. Aunque en realidad era que los dos estaban realmente muertos de miedo. Sin embargo, sentían ese tipo de miedo casi agradable, el que se siente cuando ves una película de terror y sabes que va a sucedes algo que te hará gritar, y te tapas los ojos a medias, en una lucha entre el miedo que sientes y al curiosidad y excitación motivada por la adrenalina del momento.

Los humanos están dejando de creer en los sueños. El estrés, las prisas, las desganas de soñar despiertos... están provocando desde hace un tiempo que se olviden de creer.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que no podía fallarle. De que derribaría sus muros por ella, y lucharía contra sus propios fantasmas.

Yo arriesgo a enamorarme de ti, a que me partas el corazón, a que el día de mañana deje de interesarte. Eso es arriesgarse, y también vivir. Pero necesito saber que tú también arriesgarás conmigo. Sino esto no tiene ningún sentido.

Me volví loca de amor. Y allí estaba él, esperándome fuera, con una tímida sonrisas, como en la mejor de las películas románticas.

- Le besé. Y fue el mejor beso que he tenido jamás.

El dolor suele recordarnos que estamos vivos, que nuestro corazón sigue latiendo.

Siempre hay algo por lo que luchar. A pesar de que todo parezca derrumbarse a nuestro alrededor, a pesar de que creamos que la vida ya no merece la pena ser vivida... siempre aparece un tenue ápice de luz, un ligero sueño por el que merece la pena seguir adelante.